diciembre 16, 2010

Análisis del poema ‘Súbita mano de un fantasma oculto’ de Fernando Pessoa




Súbita mano de algún fantasma oculto
entre los pliegues de la noche y de mi sueño
me sacude y yo despierto, y en el abandono
de la noche no diviso gesto ni bulto.

Pero un terror antiguo, que insepulto
traigo en el corazón, como de un trono
baja y se afirma mi señor y dueño
sin orden, sin meneo y sin insulto.

Y yo siento mi vida de repente
presa por una cuerda de Inconsciente
a cualquier mano nocturna que me guía.

Siento que soy nadie salvo una sombra
de un bulto que no veo y que me asombra,
y en nada existo como la tiniebla fría.

Fernando Pessoa

’Súbita mano de un fantasma oculto’ fue escrito en el año de 1917, durante la Primera República Portuguesa, cuando el poeta lisboeta había decidido permanecer para siempre en su patria después de ser un extranjero de ella. El poema está dirigido al temor a la locura, el sentimiento de soledad y el autismo racional. A los 28 años de edad, Fernando Pessoa ya contaba con la marca característica que lo distinguiría dentro de la literatura universal: la heteronimia. Su obra cuenta con la participación de tres voces definidas, además de la propia, que cohabitan en una sola pluma pero con diferentes impulsos estilísticos; desafortunadamente, la mayoría de los escritos, de poesía y los pocos en prosa, se encuentran dispersos entre las revistas literarias de su tiempo ya que en vida solo publicó dos libros completos y organizados: Antonius y Mensagem. El reconocimiento literario, en su tierra natal, le recibió de forma póstuma; marginado incluso por sí mismo: comportamiento evidenciado desde su niñez.


Pessoa nació en el seno de una familia medianamente acomodada acompañado en sus primeros años por sus padres y la abuela materna. Los primeros gozaban de una excelente educación y cultura, la madre María Nogueira, en especial, influiría de forma radical en el desarrollo intelectual del autor. Por su parte, don Joaquim Pessoa alternaba su actividad burocrática con su pasión por la música, escribiendo desde el anonimato para el Diario de Noticias de la capital. El tercer integrante del núcleo familiar, la abuela materna, se convirtió en la primera imagen que tuvo el poeta de la enajenación mental: después de la muerte de su esposo, Dionisia, caminaba fantasmal por los pasillos de su casa hablándole a la nada.


Poco después de la muerte de su progenitor, por tuberculosis, la viuda contrae nupcias por poderes con el cónsul de Portugal en Sudáfrica, Joao Miguel Rosa, radicándose en la ciudad de Durbán, donde el poeta entrará en contacto con la lengua inglesa, despojándose con el tiempo de su lengua natal. Los días de su infancia se empiezan a llenar de soledad, pasando la mayor parte de su tiempo libre apoyado en el marco de la ventana de su residencia observando el exterior de su vida, sin entrar en contacto con ella. Este primer indicio de enajenación le vincula con la primera voz interna, con la que logra una comunicación tal al punto de escribirse correspondencia mutua a los escasos siete años de edad: es el Chevalier de Pas. El aislamiento que experimenta Pessoa se va afianzando con el pasar de los años; es la adquisición de una nueva vida. El rompimiento del vínculo emocional con la figura materna genera la búsqueda de un nuevo refugio para su existencia, refugio seguro que encuentra en los libros. Conoce a los grandes autores de la lengua inglesa, Keats, Wordsworth, Poe, Shelley, entre otros, pero las palabras de su territorio, al que extraña y ansía ver nuevamente, se muestran esquivas, ajenas de toda posible fraternidad que pueda entablar con el infante. La nueva vida a la que es llevado el pequeño se fragmenta junto con la de la madre, es decir, mientras ella se encuentra en la ambivalencia de la felicidad y el sufrimiento, este último causado por la muerte de dos de sus hijos a temprana edad, el niño sufre y disfruta durante su propia ausencia del mundo que alberga la presencia de Maria Nogueira. El sentimiento hacia su propia madre es uno de los factores que influyen en el comportamiento abúlico del poeta.


A los once años de edad, Fernando Pessoa, ya vivía inmerso en un mundo ficticio e imaginativo. Conoce a una nueva voz que surge de la lectura del clásico de Dickens, The Pickwick Papers, que se presenta con el nombre de Alexander Search, encargado de fortalecer el modus vivendi del infante. En 1905, gracias a la decisión de tomar unas vacaciones, el joven poeta regresa a su tierra natal, y logra poner en orden las ideas que tiene de su patria desde su corta experiencia de vida con aquellas abstraídas de la lectura de la obra del autor lusitano Almeida Garret Viagens na Minha Terra. Casualmente, son dos textos sobre el recorrido de un territorio los que alientan en Pessoa el ánimo por rescatar su pertenencia a algún lugar material, físico, perceptible a través de los sentidos, más allá de una percepción meramente racional. Sin embargo, una vez se radica definitivamente en Lisboa, su aislamiento, su soledad, su inadaptación, su incomprensión crecen.


La obra Pessoana puede resumirse en tres grandes momentos: el primero abarca su participación en varias corrientes literarias, que incluyen el simbolismo, el futurismo, pero en el que da el gran salto es en el saudosismo, movimiento encargado de propugnar los valores del sentimiento portugués, de la añoranza del pasado, y materializado en la escuela llamada Renascença Portuguesa. Irónicamente, Pessoa, quien había vivido hasta su adolescencia en el extranjero, escribió que pronto surgiría una nueva figura en la literatura portuguesa, a la que denominó ‘Supra-Camões’, capaz de relanzar las letras lusitanas a lo más alto de la historia. Allí conocerá a su único verdadero amigo, el también poeta Mário de Sá- Carneiro, con quien años después fundaría fugaz revista literaria Orpheu, y mantendría una estrecha comunicación a través de cartas a Paris, hasta el día de su suicidio.


Un segundo momento comprende el surgimiento de sus heterónimos, posterior a la ruptura con el saudosismo. La continuidad poética adquiere un nuevo ritmo en la vida de del autor, dándole un beneplácito a tres voces, con una existencia definida en el imaginario real del poeta y que se convierten en la convergencia de, en sus propias palabras, la histeria, la despersonalización y la simulación . Dichos fenómenos no pueden considerarse como seudonimia, ya que el autor en ningún momento firmó con un nombre diferente al suyo cualquier producción escrita que viniera directamente de su pensamiento y/o inspiración, por el contrario, caracterizó de existencia las voces que utilizaban su pluma para plasmar sus propias visiones líricas. A partir de este comportamiento surge una figura superior dentro de los heterónimos, el ortónimo, Pessoa en cuestión, aunque considere que Alberto Caeiro como su maestro y el de sus condiscípulos Ricardo Reis y Álvaro de Campos: todos heterónimos. Viquiera considera que “los heterónimos, aunque ya latentes, surgen en el momento exacto en que debían hacerlo” y está en lo correcto al afirmarlo .La producción del poeta hasta el momento estaba limitada a su participación en tertulias literarias y corrientes del momento, pero la materialización de tales voces le lleva a ampliar su tratamiento de la literatura, incursionando en diversas expresiones del género lírico, incluso, escribiendo prosa policíaca, aunque inconclusa. Para la posteridad, su nombre es el único caso en la literatura universal, y años antes de su muerte inadvertida, en el tercer momento de su obra, el poeta experimentó un profundo infierno consigo mismo, viviendo de las miserias y la cooperación de sus amigos, viviendo entre papeles en espera de ser organizados, viviendo forastero en su tierra natal.


Podemos encontrar entonces en el poema ‘Súbita mano de un fantasma oculto’ catorce versos dispuestos a manera de soneto, donde el poeta describe una vaga sensación nocturna que le posee desde el un posible contacto físico hasta la desmaterialización de su existencia. La rima del poema, en su versión original y traducida, es de carácter consonante, endecasílabo con la siguiente estructura: ABCA – ACBA – DDE – FFE.


En cuanto a la estructura del relato, en los primeros dos cuartetos, el narrador se encuentra dormido y percibe que alguien le despierte, se apodera inmediatamente de él un terror, un temor que tiene su guarida en el corazón, un temor que trae desde mucho tiempo atrás y que se afirma en su interior, como su dueño, su señor.


En los dos tercetos siguientes, el narrador reconoce el carácter fungible de su existencia, perdiendo toda validez y determinación ante esta mano que le ha sacado de su estado de somnolencia, y que ahora le desvanece mientras él no logra divisar o distinguir la aparente presencia en sus alrededores. Podemos observar entonces que el poeta utiliza la figura de la noche, la sombra y temor para dotar a la atmósfera del relato de la tristeza, la melancolía y la soledad a sus palabras. Por otra parte, el valor de oposición es la vida que pende de una delgada cuerda de la cual, ni siquiera él, como individuo está seguro de poseerla, es decir, experimenta una metamorfosis mental a partir del contacto físico. El uso que hace el poeta del soneto, estableciendo la forma del escrito, concierne a la característica que le identifica como un poema que expresa un pensamiento completo; la estructura del mismo se divide en tres estados de dicho pensamiento: en el primero, que abarca los dos cuartetos, se introduce y desarrolla la idea principal, reflejada en el tema, que en este caso es la sorpresiva interrupción de su sueño y la reminiscencia de ‘un terror antiguo, que insepulto’ trae en el corazón. El segundo estado comprende el primer terceto, en el que puede expresarse una cavilación referida a los dos primeros cuartetos. El tercer estado toma lugar en el último terceto, el más emotivo, pues concluye con la expresión de un sentimiento.


Irónicamente, el autor se considera como un ser enteramente racional, tal como lo dice el poema de su autoría ‘Esto’, escrito dieciséis año del sujeto de nuestro análisis: […] yo simplemente siento/ con la imaginación/ no uso el corazón . Por lo tanto, al comienzo del segundo terceto, cuando expresa ‘siento que soy nadie salvo la sombra’ , el resultado del sentimiento viene del razonamiento de su situación nocturna. Sin embargo, la sensación que se puede percibir a través de sus palabras se enmarca en la sensatez que expresa el temor, el miedo. El anterior valor adquiere mayor relevancia ya que la atmósfera planteada interviene eficazmente en el momento de establecer la oposición entre la soledad y la compañía, que se funden de forma evidente en el último terceto: ‘Siento que soy nadie salvo una sombra/ de un bulto que no veo y que me asombra,/ y en nada existo como la tiniebla fría’. De acuerdo con los relatos sobre su infancia, Pessoa pasó la mayor parte de esta en el aislamiento, apunto a decir que la definición más próxima, a las intenciones del autor en sus primeros años de vida, es la de Autismo Racional, es decir, optó conscientemente y con autonomía por una desvinculación física de su realidad inmediata.


Otra de las características principales del comportamiento de Pessoa es el temor a la locura que, según palabras de Viquiera, logra ser zanjado con la creación de sus heterónimos y este poema fue escrito tres años después de la aparición de los mismos aunque la producción del soneto analizado se hizo desde el ortónimo, lo que nos lleva a inferir en la necesidad de reconocer la cohabitabilidad y la manifestación de sus heterónimos, permitiendo que el desvanecimiento gradual de la existencia del poeta se de gracias a la utilización de la figura de la niebla, pasajera y errante. Por otra parte, la mano que le guía a esta nueva trascendencia no tiene un rostro definido; en el poema se expresa como ‘cualquiera’ y de los tantos acompañantes que tuvo el autor durante su vida sería un trabajo de complicada deducción establecer la identidad definitiva del mismo.


La producción del poeta está fuera de toda posible estilística reconocible más que él. El reconocimiento póstumo del que es merecedor Fernando Pessoa se da gracias al movimiento de la Renascença Portuguesa, donde el afirmaba el surgimiento de un nuevo Camões, que a larga, terminó siendo él mismo y sus otredades.



Bibliografía
• VIQUIERA, Miguel Ángel. Pessoa. Obra Poética, Tomo I Edición Bilingüe. Barcelona: Ediciones 29, Segunda edición 1983.
• PESSOA, Fernando Antonio. Carta a Adolfo Casais Monteiro, sobre la génesis de los Heterónimos. Lisboa, 13 de enero de 1935.

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