noviembre 25, 2010

qué dice?

El poema está compuesto por siete versos y la rima entre los mismos es de carácter libre. Se encuentra dividido en dos estrofas. En la primera, hace referencia al comportamiento de sus colegas de trabajo; destaca que ellos se concentran únicamente en una banal egolatría a través de sus lectores. En la segunda, el pensamiento del poeta se muestra humilde, intentando rescatar la belleza del pasado en aquellos que vivieron y ya no están en este mundo. La fuerza del poema está en la etopeya que el autor utiliza al final del poema para resaltar su pensamiento.

El objeto es el oficio de la escritura directamente vinculada con la temporalidad. Establece una contrariedad en el orden de la misma, ya que estando en un momento presente, el sujeto tiene por destinatario a sus antepasados. Es decir, no sigue un orden cronológico en la intencionalidad de su producción literaria.

Ahora bien, el contenido semántico del poema tiene una referencia directa a la muerte, ya que establece una relación bidireccional entre aquello que fenece en la memoria pero que tiene voz en el momento de enunciación. Es un estado de alteración del orden normal de las cosas, por lo tanto, se puede inferir que el poeta reconoce la existencia de vidas pasadas. Para él no importa si su destinatario compartió o no su territorio antes de regresar a la vida; el principal interés del sujeto está en ser rescatado del olvido por aquellos que ya fueron olvidados.

En la primera estrofa, el poeta hace una crítica directa al ritmo desenfrenado de la actualidad y a la gran ambición de consumo, con la confidencia de que siempre habrá un mañana. Nos prolongamos sobre la línea del tiempo sin importar el rumbo. También hace referencia a la calidad de la producción literaria. Si se escribe para las mentes facilistas que día a día se cultivan en medio de la ignorancia inexpugnable, será más sencillo legitimar cualquier tipo de manifestación humana como manifestación estética. Una vez más, validando el afán de vanidad. La falsa gloria del hombre. Es observar como el tronco de un árbol se eleva hasta las alturas.
El sujeto enunciador hace un llamado para que detengamos nuestra mirada un momento, tan solo un momento, en las raíces de aquel árbol. Digo raíces, en plural, porque la construcción de la identidad de un individuo está ligada a la interacción con sus congéneres. Por eso no es necesario hacer una marcada distinción entre las culturas como signo de división, por el contrario, como signo de diversidad.

Es relevante destacar la individualidad del sujeto en el verso tercero. Se reconoce como un miembro que pertenece a un momento histórico pero hace, de cierta forma, un reproche al mismo; en la segunda estrofa encontramos entre paréntesis la frase ‘no necesariamente del futuro’ lo que establece una relación directa con la noción de atemporalidad, es decir, el sujeto reconoce que desconoce el porvenir y que la confidencia en lo venidero es en vano. El pasado es lo único que el hombre conoce a ciencia cierta. Es en el pasado donde se encuentran todas las respuestas. Es en el pasado donde se encuentra la verdad sobre la existencia humana y el principio de toda trascendencia.

El último verso establece la necesidad de ser reconocido por el peso de sus palabras, por el sentido del que ellas han dotado la existencia del ser humano; la comprensión va más allá de saberse vivo en los demás, la compresión se concibe como un valor que desde la antigüedad ha convertido al hombre en producto de sus acciones. El problema es que el hombre no desea comprenderse por temor a perder el entretenimiento de caminar vendado.

La anterior especulación surge de:

Poema: Digo lo que dicta mi corazón sereno.
Autor: Juan Antonio Gonzales-Iglesias

Homenaje a Darío Jaramillo
a partir de unas palabras de Ezra Pound


Otros escriben para desconcierto
de las generaciones actuales
y venideras. Yo
solo aspiro a que alguien
(no necesariamente del futuro)
en alguna cultura muy antigua
me comprenda.

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