noviembre 25, 2010

Tres Sesiones y un Funeral

La primera se convirtió en un verdadero circo de alto prestigio. Al principio tuvimos que ubicarnos en cuál de los tres edificios debíamos ubicarnos para encontrar al grupo con el que realizaríamos la actividad planteada. Los niños nos recibieron con un efusivo saludo y entraron en rápida confianza, al punto de olvidar la estricta disciplina que la docente Tamayo estableció en el curso antes que nosotros pudiéramos decir la primera palabra.

Los niños se comportaron con curiosidad por las indicaciones que serían impartidas y acataron con facilidad la metodología propuesta; sin embargo, los niveles de actividad eran elevados y no lograban concentrarse fácilmente en algo que no requiriera la producción textual. Cada vez que alguno de los estudiantes tuviera dificultades para participar, sus compañeros le sugerían respuestas posibles para no pasar desapercibido. Estas expresiones de cooperativismo también eran demostradas cuando fuera necesario señalarse entre ellos mismos. Como dice el dicho, no hay cuña que más apriete que la del mismo palo. Cabe destacar que en la primera sesión el reconocimiento del grupo contribuyó a clasificar a sus integrantes de acuerdo con sus participantes; la profesora también tenía muy claro quienes eran los más indisciplinados a pesar que nunca aplicó un castigo ejemplar en nuestra presencia. Las discusiones eran bastante acaloradas y los argumentos pasaban a un segundo plano cuando de levantar el tono de voz se tratase.

Para tratar de mantener la concentración de los niños fue necesario idear una estrategia que contuviera su impulsividad. En la segunda sesión decidimos utilizar la clase magistral para que pudieran desarrollar la actividad de la historieta. No hubo mayor inconveniente que una discusión por el préstamo de los colores, la indisciplina de uno de los dos camilos, el bloqueo mental de las niñas en el fondo del salón, el profundo silencio de los de la primera fila, y la frustración ortográfica desapercibida por la mayoría. Al finalizar la actividad, los estudiantes quedaron conformes con la actividad, a pesar que al principio de la misma les tomó mucho trabajo encontrar una ‘buena forma de comenzar’.

Continuando con el trabajo acerca de la imagen, la última sesión resultó mucho más inspiradora para la participación de los niños; la dificultad que todos presentaron fue encontrar una representación precisa de su forma de verse, pero esto no impidió que con unos pequeños trazos exploraran su perspectiva y la de los demás. La proyección de la mayoría hacía referencia a elementos tales como la belleza, la riqueza, la fortaleza, la inteligencia, la soledad y en especial, el sentimiento de sentirse un pequeño grupo de infantes capaces de transformar su vida un minuto para decir que pertenecen a una comunidad que les espera con los brazos abiertos para que todas esas ilusiones de papel sean materializadas en un futuro cercano.

El funeral del que se hacía referencia en el título no fue nada más que la persecución emprendida por algunos de ellos cuando escapábamos de la absorbente realidad de las no preocupaciones. Nos gritaban faltones porque no terminamos dejamos inconcluso el final de una historia. Tal vez algún día comprendan que la vida misma es una tarea inconclusa de una maraña de ilusiones.

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