noviembre 25, 2010

Tolerar y Combatir

De acuerdo con la definición que ofrece el diccionario, la palabra resistencia está asociada con dos conceptos que, un principio, podríamos considerar opuestos: tolerar y combatir. A lo largo de la historia del hombre, la pasión y la efervescencia de sus pasiones se han convertido en directas acompañantes de los ideales; el costo de los mismos desvirtúa, sin embargo, la nobleza de su semilla: la sangre que fluye con ímpetu y que busca un escape de la prisión únicamente alcanza su libertad en la del prójimo.

El título de la obra de Sábato genera la imagen de una gran muralla, de adobe o de cuerpos, ante el inminente ataque de una fuerza superior; esta fuerza yace en el interior de aquellos que se forman en líneas: el temido y esperado ataque viene desde el interior. Tal vez esa sea la batalla más difícil que debe librar cualquier individuo que se autoproclame libre, heredero de la larga marcha de la historia: él mismo. Pero ese combate es cuerpo a cuerpo. Luchamos por emanciparnos del prójimo y sus vicios, cuando la dinámica inversa, de luchar por emancipar al prójimo de nuestros vicios, representa un crecimiento colectivo más justo. Ese es el llamado del autor argentino en su libro. Si pensamos que es una postura egoísta la contemplación del ‘yo’ como totalidad inacabada, es un egoísmo más lógico actuar ante la posibilidad de la extinción. La dificultad planteada persigue al hombre desde el inicio de su existencia, al punto que podemos escuchar en el voz a voz diario que la única certeza es la parca y su sonrisa; pareciera que la intención fuera acortar esa distancia, de espacio y tiempo, puesto que el proceder de los miles de individuos que se conservan en las páginas de la vida ha sido basado en un ideal de poder, mas no en un propósito de saber dominarlo. Si bien somos una especie consumista por naturaleza, existe una víscera interna que además de digerir aquello que pueda venir del exterior, también lo hace con su propietario. La paradoja está en la ubicación de la misma, pues la sensación de su presencia se aloja en el vientre, cuando su centro de operaciones está por encima de los hombros; es el aldabón para que la bomba cardiaca no haga implosión en la caja torácica, pero cuando exterioriza su caos recurrimos a la excusa de que es natural perder el rumbo, de vez en cuando, por la vehemencia.

La existencia del hombre está dividida en etapas que transforman su existencia como una inmensa espiral, que se ensancha sin perder su diminuto punto de giro. Su forma está ligada a su esencia. El comportamiento del hombre, por el contrario, es una delgada línea sinusoidal que fluctúa sobre la línea matriz de la espiral, razón por la cual los puntos de corte entre ambas líneas podríamos considerarlos como los momentos en los cuales el individuo logra coincidir su vida con el trazado original. ¿Plan divino? No lo sabemos. Lo que si sabemos es que son muy pocos esos puntos de corte comparados con la longitud de la segunda línea, que a pesar de su fluctuación, no puede desligarse de su eje, lo que lleva al individuo a caer en la nostalgia cuando se encuentra la sima. La resistencia consiste entonces en la constante tolerancia a la que debe someterse ese ‘plan original’, representado en el recorrido de la espiral, tan natural, tan enigmático, tan hipnótico. Es la reticencia de la resistencia.

Sin embargo, considerarla como accesorio de nuestro ethos, es reforzar la noción de una deriva necesaria, es reconocer que el capricho prima en nuestros intereses. No es la resistencia la que debe entrar a hurtadillas en la vida del individuo, es la vida del individuo la que debe buscar alcanzar la paridad con el propósito del ‘plan original’ de la existencia, del que apenas si acaso logramos distinguir la axiología.
Es preciso diferenciar la noción de ‘idea del plan original’ y ‘propósito del plan original’. La primera se encuentra en un estado de perfección contemplativa ubicada en la subjetividad de lo material. La segunda está labrada en la carne ardiente y su heredero es el actuar, que está más próximo a nuestras manos. Nuestra vida está llena de ideales y un saco roto de propósitos. Tal vez por eso sea más fácil afrontar una contemporaneidad llena de modelos inertes. Una prenda luminosa sobre un busto infértil puede significar la resquebrajada sonrisa de una infeliz sin rumbo. El rugido de la máquina, lejano de alcanzar la armonía del latido, es el nuevo idioma del individuo finito.

Si resistir es una opción, entonces no habrá descanso en el combate, no habrá fatiga que tolerar. Si la libertad es un ideal romántico, la cultura es el primer intento del propósito. Si la vida dista mucho de la existencia, la muerte, espantada por sus huéspedes, optaría por un feliz suicidio. Porque el ser humano jamás ha pretendido la inmortalidad para trascender, la ha pretendido porque hay muchos más en la fila que envidian la corona.

Bucaramanga, 19 de Noviembre de 2010

La anterior especulación surge de:
SÁBATO, Ernesto. La resistencia

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