Extraña costumbre tenía Emily... caminaba por entre las lápidas en el cementerio, miraba los nombres y sus fechas; algunas veces se lamentaba por aquellos que apenas llegaban a los cuarenta, ni que decir de los que por una década no alcanzaron el siglo.
Un sábado en la tarde encontró una lápida perteneciente a un niño que solo vivió tres años. Estalló en llanto. Sin saberlo, me trajo a los funerales de sus víctimas.
Tengo la incertidumbre. Quién vendrá a llorarla cuando muera?
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