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diciembre 16, 2010

Análisis del poema ‘Súbita mano de un fantasma oculto’ de Fernando Pessoa




Súbita mano de algún fantasma oculto
entre los pliegues de la noche y de mi sueño
me sacude y yo despierto, y en el abandono
de la noche no diviso gesto ni bulto.

Pero un terror antiguo, que insepulto
traigo en el corazón, como de un trono
baja y se afirma mi señor y dueño
sin orden, sin meneo y sin insulto.

Y yo siento mi vida de repente
presa por una cuerda de Inconsciente
a cualquier mano nocturna que me guía.

Siento que soy nadie salvo una sombra
de un bulto que no veo y que me asombra,
y en nada existo como la tiniebla fría.

Fernando Pessoa

’Súbita mano de un fantasma oculto’ fue escrito en el año de 1917, durante la Primera República Portuguesa, cuando el poeta lisboeta había decidido permanecer para siempre en su patria después de ser un extranjero de ella. El poema está dirigido al temor a la locura, el sentimiento de soledad y el autismo racional. A los 28 años de edad, Fernando Pessoa ya contaba con la marca característica que lo distinguiría dentro de la literatura universal: la heteronimia. Su obra cuenta con la participación de tres voces definidas, además de la propia, que cohabitan en una sola pluma pero con diferentes impulsos estilísticos; desafortunadamente, la mayoría de los escritos, de poesía y los pocos en prosa, se encuentran dispersos entre las revistas literarias de su tiempo ya que en vida solo publicó dos libros completos y organizados: Antonius y Mensagem. El reconocimiento literario, en su tierra natal, le recibió de forma póstuma; marginado incluso por sí mismo: comportamiento evidenciado desde su niñez.


Pessoa nació en el seno de una familia medianamente acomodada acompañado en sus primeros años por sus padres y la abuela materna. Los primeros gozaban de una excelente educación y cultura, la madre María Nogueira, en especial, influiría de forma radical en el desarrollo intelectual del autor. Por su parte, don Joaquim Pessoa alternaba su actividad burocrática con su pasión por la música, escribiendo desde el anonimato para el Diario de Noticias de la capital. El tercer integrante del núcleo familiar, la abuela materna, se convirtió en la primera imagen que tuvo el poeta de la enajenación mental: después de la muerte de su esposo, Dionisia, caminaba fantasmal por los pasillos de su casa hablándole a la nada.


Poco después de la muerte de su progenitor, por tuberculosis, la viuda contrae nupcias por poderes con el cónsul de Portugal en Sudáfrica, Joao Miguel Rosa, radicándose en la ciudad de Durbán, donde el poeta entrará en contacto con la lengua inglesa, despojándose con el tiempo de su lengua natal. Los días de su infancia se empiezan a llenar de soledad, pasando la mayor parte de su tiempo libre apoyado en el marco de la ventana de su residencia observando el exterior de su vida, sin entrar en contacto con ella. Este primer indicio de enajenación le vincula con la primera voz interna, con la que logra una comunicación tal al punto de escribirse correspondencia mutua a los escasos siete años de edad: es el Chevalier de Pas. El aislamiento que experimenta Pessoa se va afianzando con el pasar de los años; es la adquisición de una nueva vida. El rompimiento del vínculo emocional con la figura materna genera la búsqueda de un nuevo refugio para su existencia, refugio seguro que encuentra en los libros. Conoce a los grandes autores de la lengua inglesa, Keats, Wordsworth, Poe, Shelley, entre otros, pero las palabras de su territorio, al que extraña y ansía ver nuevamente, se muestran esquivas, ajenas de toda posible fraternidad que pueda entablar con el infante. La nueva vida a la que es llevado el pequeño se fragmenta junto con la de la madre, es decir, mientras ella se encuentra en la ambivalencia de la felicidad y el sufrimiento, este último causado por la muerte de dos de sus hijos a temprana edad, el niño sufre y disfruta durante su propia ausencia del mundo que alberga la presencia de Maria Nogueira. El sentimiento hacia su propia madre es uno de los factores que influyen en el comportamiento abúlico del poeta.


A los once años de edad, Fernando Pessoa, ya vivía inmerso en un mundo ficticio e imaginativo. Conoce a una nueva voz que surge de la lectura del clásico de Dickens, The Pickwick Papers, que se presenta con el nombre de Alexander Search, encargado de fortalecer el modus vivendi del infante. En 1905, gracias a la decisión de tomar unas vacaciones, el joven poeta regresa a su tierra natal, y logra poner en orden las ideas que tiene de su patria desde su corta experiencia de vida con aquellas abstraídas de la lectura de la obra del autor lusitano Almeida Garret Viagens na Minha Terra. Casualmente, son dos textos sobre el recorrido de un territorio los que alientan en Pessoa el ánimo por rescatar su pertenencia a algún lugar material, físico, perceptible a través de los sentidos, más allá de una percepción meramente racional. Sin embargo, una vez se radica definitivamente en Lisboa, su aislamiento, su soledad, su inadaptación, su incomprensión crecen.


La obra Pessoana puede resumirse en tres grandes momentos: el primero abarca su participación en varias corrientes literarias, que incluyen el simbolismo, el futurismo, pero en el que da el gran salto es en el saudosismo, movimiento encargado de propugnar los valores del sentimiento portugués, de la añoranza del pasado, y materializado en la escuela llamada Renascença Portuguesa. Irónicamente, Pessoa, quien había vivido hasta su adolescencia en el extranjero, escribió que pronto surgiría una nueva figura en la literatura portuguesa, a la que denominó ‘Supra-Camões’, capaz de relanzar las letras lusitanas a lo más alto de la historia. Allí conocerá a su único verdadero amigo, el también poeta Mário de Sá- Carneiro, con quien años después fundaría fugaz revista literaria Orpheu, y mantendría una estrecha comunicación a través de cartas a Paris, hasta el día de su suicidio.


Un segundo momento comprende el surgimiento de sus heterónimos, posterior a la ruptura con el saudosismo. La continuidad poética adquiere un nuevo ritmo en la vida de del autor, dándole un beneplácito a tres voces, con una existencia definida en el imaginario real del poeta y que se convierten en la convergencia de, en sus propias palabras, la histeria, la despersonalización y la simulación . Dichos fenómenos no pueden considerarse como seudonimia, ya que el autor en ningún momento firmó con un nombre diferente al suyo cualquier producción escrita que viniera directamente de su pensamiento y/o inspiración, por el contrario, caracterizó de existencia las voces que utilizaban su pluma para plasmar sus propias visiones líricas. A partir de este comportamiento surge una figura superior dentro de los heterónimos, el ortónimo, Pessoa en cuestión, aunque considere que Alberto Caeiro como su maestro y el de sus condiscípulos Ricardo Reis y Álvaro de Campos: todos heterónimos. Viquiera considera que “los heterónimos, aunque ya latentes, surgen en el momento exacto en que debían hacerlo” y está en lo correcto al afirmarlo .La producción del poeta hasta el momento estaba limitada a su participación en tertulias literarias y corrientes del momento, pero la materialización de tales voces le lleva a ampliar su tratamiento de la literatura, incursionando en diversas expresiones del género lírico, incluso, escribiendo prosa policíaca, aunque inconclusa. Para la posteridad, su nombre es el único caso en la literatura universal, y años antes de su muerte inadvertida, en el tercer momento de su obra, el poeta experimentó un profundo infierno consigo mismo, viviendo de las miserias y la cooperación de sus amigos, viviendo entre papeles en espera de ser organizados, viviendo forastero en su tierra natal.


Podemos encontrar entonces en el poema ‘Súbita mano de un fantasma oculto’ catorce versos dispuestos a manera de soneto, donde el poeta describe una vaga sensación nocturna que le posee desde el un posible contacto físico hasta la desmaterialización de su existencia. La rima del poema, en su versión original y traducida, es de carácter consonante, endecasílabo con la siguiente estructura: ABCA – ACBA – DDE – FFE.


En cuanto a la estructura del relato, en los primeros dos cuartetos, el narrador se encuentra dormido y percibe que alguien le despierte, se apodera inmediatamente de él un terror, un temor que tiene su guarida en el corazón, un temor que trae desde mucho tiempo atrás y que se afirma en su interior, como su dueño, su señor.


En los dos tercetos siguientes, el narrador reconoce el carácter fungible de su existencia, perdiendo toda validez y determinación ante esta mano que le ha sacado de su estado de somnolencia, y que ahora le desvanece mientras él no logra divisar o distinguir la aparente presencia en sus alrededores. Podemos observar entonces que el poeta utiliza la figura de la noche, la sombra y temor para dotar a la atmósfera del relato de la tristeza, la melancolía y la soledad a sus palabras. Por otra parte, el valor de oposición es la vida que pende de una delgada cuerda de la cual, ni siquiera él, como individuo está seguro de poseerla, es decir, experimenta una metamorfosis mental a partir del contacto físico. El uso que hace el poeta del soneto, estableciendo la forma del escrito, concierne a la característica que le identifica como un poema que expresa un pensamiento completo; la estructura del mismo se divide en tres estados de dicho pensamiento: en el primero, que abarca los dos cuartetos, se introduce y desarrolla la idea principal, reflejada en el tema, que en este caso es la sorpresiva interrupción de su sueño y la reminiscencia de ‘un terror antiguo, que insepulto’ trae en el corazón. El segundo estado comprende el primer terceto, en el que puede expresarse una cavilación referida a los dos primeros cuartetos. El tercer estado toma lugar en el último terceto, el más emotivo, pues concluye con la expresión de un sentimiento.


Irónicamente, el autor se considera como un ser enteramente racional, tal como lo dice el poema de su autoría ‘Esto’, escrito dieciséis año del sujeto de nuestro análisis: […] yo simplemente siento/ con la imaginación/ no uso el corazón . Por lo tanto, al comienzo del segundo terceto, cuando expresa ‘siento que soy nadie salvo la sombra’ , el resultado del sentimiento viene del razonamiento de su situación nocturna. Sin embargo, la sensación que se puede percibir a través de sus palabras se enmarca en la sensatez que expresa el temor, el miedo. El anterior valor adquiere mayor relevancia ya que la atmósfera planteada interviene eficazmente en el momento de establecer la oposición entre la soledad y la compañía, que se funden de forma evidente en el último terceto: ‘Siento que soy nadie salvo una sombra/ de un bulto que no veo y que me asombra,/ y en nada existo como la tiniebla fría’. De acuerdo con los relatos sobre su infancia, Pessoa pasó la mayor parte de esta en el aislamiento, apunto a decir que la definición más próxima, a las intenciones del autor en sus primeros años de vida, es la de Autismo Racional, es decir, optó conscientemente y con autonomía por una desvinculación física de su realidad inmediata.


Otra de las características principales del comportamiento de Pessoa es el temor a la locura que, según palabras de Viquiera, logra ser zanjado con la creación de sus heterónimos y este poema fue escrito tres años después de la aparición de los mismos aunque la producción del soneto analizado se hizo desde el ortónimo, lo que nos lleva a inferir en la necesidad de reconocer la cohabitabilidad y la manifestación de sus heterónimos, permitiendo que el desvanecimiento gradual de la existencia del poeta se de gracias a la utilización de la figura de la niebla, pasajera y errante. Por otra parte, la mano que le guía a esta nueva trascendencia no tiene un rostro definido; en el poema se expresa como ‘cualquiera’ y de los tantos acompañantes que tuvo el autor durante su vida sería un trabajo de complicada deducción establecer la identidad definitiva del mismo.


La producción del poeta está fuera de toda posible estilística reconocible más que él. El reconocimiento póstumo del que es merecedor Fernando Pessoa se da gracias al movimiento de la Renascença Portuguesa, donde el afirmaba el surgimiento de un nuevo Camões, que a larga, terminó siendo él mismo y sus otredades.



Bibliografía
• VIQUIERA, Miguel Ángel. Pessoa. Obra Poética, Tomo I Edición Bilingüe. Barcelona: Ediciones 29, Segunda edición 1983.
• PESSOA, Fernando Antonio. Carta a Adolfo Casais Monteiro, sobre la génesis de los Heterónimos. Lisboa, 13 de enero de 1935.

diciembre 09, 2010

Ethos Latinoamericano

El principal desafío que tenemos todos los ciudadanos pertenecientes a los estados latinoamericanos es la búsqueda de una identidad. En eso radica el problema. Nuestro comportamiento, después de la colonia, ha sido influenciado por el pensamiento europeo y nos consideramos un miembro activo de occidente. Sin embargo, tales modelos han sido malinterpretados y mal utilizados por los abanderados de nuestra ‘independencia’.

El arrebato de pasión y de furia que tuvieron los primeros próceres se han convertido en un desbaratado evento histórico al que solo recurrimos cuando necesitamos culpar nuestra situación actual de pobreza y miseria social; nos detenemos en las argucias y en los engaños a los que fueron sometidos los nobles ideales de antaño, pero no tenemos el coraje suficiente para asumir las consecuencias inmediatas de nuestra contemporaneidad. El primer paso ya está dado, y es desligarnos de nosotros mismos, como individuos razonables, para recibir con los brazos abiertos las soluciones extranjeras de problemas foráneos. Podemos decir que en todas partes del mundo existe la criminalidad, que se puede combatir con el propósito de erradicarla, pero las estrategias posibles para utilizar difieren en sus contextos. Lo mismo pasa con el cambio de pensamiento que se debe imponer en todos los habitantes del continente más joven del mundo. La base de dicho cambio, encuentra sus raíces en la educación; es la base para que la comunidad logre reconocer a sus miembros y les otorgue, además de derechos, deberes colectivos; sin embargo, la formación de los nuevos individuos está dirigida al sostenimiento del sistema, en el que todos somos proyectados como engranajes: pero no somos considerados como piezas fundamentales, en las que si una detiene la marcha se genera un colapso en el funcionamiento, no, el ritmo desenfrenado le permite al sistema reemplazar aquellos que intenten rebelarse. La sociedad latinoamericana se está convirtiendo en una fábrica de repuestos y nuestro continente, en la central de abastecimiento mundial.

Ahora bien, lograr el rescate de una identidad que nos determine como individuos y como colectividad, es necesario primero preguntarse en qué momento de la historia la perdimos si fue que la tuvimos clara en algún momento de la vida, o en qué momento dejamos de construirla si fue que decidimos iniciar un proceso después de la independencia. Si echamos un vistazo a los primeros habitantes de nuestro territorio, enseguida podemos reconocer un distanciamiento. Dicho fenómeno está enmarcado en tres aspectos fundamentales: la individualidad, la colectividad, el entorno. En primera instancia, nuestros contemporáneos no logran reconocerse como sujetos del ser y el hacer sino del querer y el tener, por lo tanto, la imagen del individuo se ve desfigurada por la adquisición de un ambiente virtual de plenitud, donde el valor de medida es establecido por la noción de cantidad no de calidad. Lo anterior repercute directamente en su colectividad inmediata, afectando el tejido social. Hablamos entonces de ‘la sociedad’ y no de un ‘somos sociedad’, nos excluimos de nuestros semejantes reclamando un espacio reducido al que mal llamamos autonomía. Dicho espacio de soledad no tiene el mismo propósito reflexivo que se puede inferir en las épocas de antaño, no, el principal producto del aislamiento es la depresión, porque no somos capaces de reconocernos como especies simbióticas.

Esta es la principal razón por la que en la colectividad latinoamericana otorga una identidad a sus miembros, una vez estos se encuentren en el extranjero, lejos de su territorio, es decir, el vínculo que establecemos está limitado por la sensación de lejanía, no de pertenencia; si ocurriera de forma contraria, la conciencia colectiva tendría clara la protección y preservación de todos los recursos naturales que nos son propiciados. Pero no ocurre así. Influenciados por el mercantilismo, tenemos la falsa idea de que somos los proveedores del planeta y que podemos manipular a nuestro la porción que nos correspondió.

Otro de los factores por los cuales el modelo social latinoamericano dista mucho de una reciprocidad definitiva entre sus individuos yace en la desigualdad de género. La mujer ha sido convertida en un símbolo de sumisión y posesión. Ambos conceptos cosifican la imagen femenina, desfigurando por completo la esencia de su ser. Este es el primer paso para una discriminación basada en el referente mercantilista de la no-producción no-utilidad; las poblaciones desfavorecidas están integradas por madres cabeza de familia, niños, ancianos que tienen un acceso restringido a las oportunidades laborales. La excusa es que no tienen el mismo rendimiento de una mano de obra selecta, pero aún así, son utilizados como herramientas de segunda lo que amplía la brecha de la desigualdad y repercute en la formación de grupos minoritarios dirigidos por un impulso violento que los poderosos han infundido desde sus dominios. Los medios de comunicación son el filtro para que ambas partes, ricos y pobres, entren en contacto mas no en un diálogo directo.

Latinoamérica se ha convertido entonces en la confluencia de las disparidades políticas, económicas y culturales que la sociedad contemporánea ya diera por superada en los países del primer mundo. Aún así es difícil creer que el modelo occidental ha sido el único de dar a cada quien lo que merece.

noviembre 25, 2010

Antes del Mañana

Al parecer, el canto de victoria expresado por Javier Vela está lleno de ímpetu, contrario al esperanzador texto del poeta Gonzales-Iglesias. El poder del tiempo sobre la existencia terrenal es el tema común de ambos textos. Sin embargo, la majestuosidad de ambos textos me lleva a replantear la perspectiva que tengo como individuo de mi entorno más inmediato. El acelerado ritmo de mis días me sume en una depresión constante. Las redes de comunicación han avanzado y me he convertido en un esclavo y me he distanciado del mundo. Es como si se llevara una doble vida.

Al leer el poema de Gonzales-Iglesias me doy cuenta que no tengo el coraje para decirle al mundo lo que pienso. Admiro la valentía que tiene el artista para condensar en pocas líneas la cantidad de emociones vinculadas con la existencia del hombre: al final de cuentas, solo somos palabras. Y depende de cómo sean dichas para que nuestra realidad inmediata valore nuestra posición en ella.

Me considero un objeto del tiempo, juega conmigo mientras envejezco. Cada una de mis palabras somete mi existencia, me vulneran y me ponen en tela de juicio. Creo que el poema de Javier Vela es la mirada sincrónica de una realidad apabullante. Un elixir intelectual que logra aislarlo del calvario. Incluso se da el lujo de contradecir la mitología.

La anterior especulación surge de:
Hoy no destruye el tiempo Gonzales-Iglesias

qué dice?

El poema está compuesto por siete versos y la rima entre los mismos es de carácter libre. Se encuentra dividido en dos estrofas. En la primera, hace referencia al comportamiento de sus colegas de trabajo; destaca que ellos se concentran únicamente en una banal egolatría a través de sus lectores. En la segunda, el pensamiento del poeta se muestra humilde, intentando rescatar la belleza del pasado en aquellos que vivieron y ya no están en este mundo. La fuerza del poema está en la etopeya que el autor utiliza al final del poema para resaltar su pensamiento.

El objeto es el oficio de la escritura directamente vinculada con la temporalidad. Establece una contrariedad en el orden de la misma, ya que estando en un momento presente, el sujeto tiene por destinatario a sus antepasados. Es decir, no sigue un orden cronológico en la intencionalidad de su producción literaria.

Ahora bien, el contenido semántico del poema tiene una referencia directa a la muerte, ya que establece una relación bidireccional entre aquello que fenece en la memoria pero que tiene voz en el momento de enunciación. Es un estado de alteración del orden normal de las cosas, por lo tanto, se puede inferir que el poeta reconoce la existencia de vidas pasadas. Para él no importa si su destinatario compartió o no su territorio antes de regresar a la vida; el principal interés del sujeto está en ser rescatado del olvido por aquellos que ya fueron olvidados.

En la primera estrofa, el poeta hace una crítica directa al ritmo desenfrenado de la actualidad y a la gran ambición de consumo, con la confidencia de que siempre habrá un mañana. Nos prolongamos sobre la línea del tiempo sin importar el rumbo. También hace referencia a la calidad de la producción literaria. Si se escribe para las mentes facilistas que día a día se cultivan en medio de la ignorancia inexpugnable, será más sencillo legitimar cualquier tipo de manifestación humana como manifestación estética. Una vez más, validando el afán de vanidad. La falsa gloria del hombre. Es observar como el tronco de un árbol se eleva hasta las alturas.
El sujeto enunciador hace un llamado para que detengamos nuestra mirada un momento, tan solo un momento, en las raíces de aquel árbol. Digo raíces, en plural, porque la construcción de la identidad de un individuo está ligada a la interacción con sus congéneres. Por eso no es necesario hacer una marcada distinción entre las culturas como signo de división, por el contrario, como signo de diversidad.

Es relevante destacar la individualidad del sujeto en el verso tercero. Se reconoce como un miembro que pertenece a un momento histórico pero hace, de cierta forma, un reproche al mismo; en la segunda estrofa encontramos entre paréntesis la frase ‘no necesariamente del futuro’ lo que establece una relación directa con la noción de atemporalidad, es decir, el sujeto reconoce que desconoce el porvenir y que la confidencia en lo venidero es en vano. El pasado es lo único que el hombre conoce a ciencia cierta. Es en el pasado donde se encuentran todas las respuestas. Es en el pasado donde se encuentra la verdad sobre la existencia humana y el principio de toda trascendencia.

El último verso establece la necesidad de ser reconocido por el peso de sus palabras, por el sentido del que ellas han dotado la existencia del ser humano; la comprensión va más allá de saberse vivo en los demás, la compresión se concibe como un valor que desde la antigüedad ha convertido al hombre en producto de sus acciones. El problema es que el hombre no desea comprenderse por temor a perder el entretenimiento de caminar vendado.

La anterior especulación surge de:

Poema: Digo lo que dicta mi corazón sereno.
Autor: Juan Antonio Gonzales-Iglesias

Homenaje a Darío Jaramillo
a partir de unas palabras de Ezra Pound


Otros escriben para desconcierto
de las generaciones actuales
y venideras. Yo
solo aspiro a que alguien
(no necesariamente del futuro)
en alguna cultura muy antigua
me comprenda.

Tolerar y Combatir

De acuerdo con la definición que ofrece el diccionario, la palabra resistencia está asociada con dos conceptos que, un principio, podríamos considerar opuestos: tolerar y combatir. A lo largo de la historia del hombre, la pasión y la efervescencia de sus pasiones se han convertido en directas acompañantes de los ideales; el costo de los mismos desvirtúa, sin embargo, la nobleza de su semilla: la sangre que fluye con ímpetu y que busca un escape de la prisión únicamente alcanza su libertad en la del prójimo.

El título de la obra de Sábato genera la imagen de una gran muralla, de adobe o de cuerpos, ante el inminente ataque de una fuerza superior; esta fuerza yace en el interior de aquellos que se forman en líneas: el temido y esperado ataque viene desde el interior. Tal vez esa sea la batalla más difícil que debe librar cualquier individuo que se autoproclame libre, heredero de la larga marcha de la historia: él mismo. Pero ese combate es cuerpo a cuerpo. Luchamos por emanciparnos del prójimo y sus vicios, cuando la dinámica inversa, de luchar por emancipar al prójimo de nuestros vicios, representa un crecimiento colectivo más justo. Ese es el llamado del autor argentino en su libro. Si pensamos que es una postura egoísta la contemplación del ‘yo’ como totalidad inacabada, es un egoísmo más lógico actuar ante la posibilidad de la extinción. La dificultad planteada persigue al hombre desde el inicio de su existencia, al punto que podemos escuchar en el voz a voz diario que la única certeza es la parca y su sonrisa; pareciera que la intención fuera acortar esa distancia, de espacio y tiempo, puesto que el proceder de los miles de individuos que se conservan en las páginas de la vida ha sido basado en un ideal de poder, mas no en un propósito de saber dominarlo. Si bien somos una especie consumista por naturaleza, existe una víscera interna que además de digerir aquello que pueda venir del exterior, también lo hace con su propietario. La paradoja está en la ubicación de la misma, pues la sensación de su presencia se aloja en el vientre, cuando su centro de operaciones está por encima de los hombros; es el aldabón para que la bomba cardiaca no haga implosión en la caja torácica, pero cuando exterioriza su caos recurrimos a la excusa de que es natural perder el rumbo, de vez en cuando, por la vehemencia.

La existencia del hombre está dividida en etapas que transforman su existencia como una inmensa espiral, que se ensancha sin perder su diminuto punto de giro. Su forma está ligada a su esencia. El comportamiento del hombre, por el contrario, es una delgada línea sinusoidal que fluctúa sobre la línea matriz de la espiral, razón por la cual los puntos de corte entre ambas líneas podríamos considerarlos como los momentos en los cuales el individuo logra coincidir su vida con el trazado original. ¿Plan divino? No lo sabemos. Lo que si sabemos es que son muy pocos esos puntos de corte comparados con la longitud de la segunda línea, que a pesar de su fluctuación, no puede desligarse de su eje, lo que lleva al individuo a caer en la nostalgia cuando se encuentra la sima. La resistencia consiste entonces en la constante tolerancia a la que debe someterse ese ‘plan original’, representado en el recorrido de la espiral, tan natural, tan enigmático, tan hipnótico. Es la reticencia de la resistencia.

Sin embargo, considerarla como accesorio de nuestro ethos, es reforzar la noción de una deriva necesaria, es reconocer que el capricho prima en nuestros intereses. No es la resistencia la que debe entrar a hurtadillas en la vida del individuo, es la vida del individuo la que debe buscar alcanzar la paridad con el propósito del ‘plan original’ de la existencia, del que apenas si acaso logramos distinguir la axiología.
Es preciso diferenciar la noción de ‘idea del plan original’ y ‘propósito del plan original’. La primera se encuentra en un estado de perfección contemplativa ubicada en la subjetividad de lo material. La segunda está labrada en la carne ardiente y su heredero es el actuar, que está más próximo a nuestras manos. Nuestra vida está llena de ideales y un saco roto de propósitos. Tal vez por eso sea más fácil afrontar una contemporaneidad llena de modelos inertes. Una prenda luminosa sobre un busto infértil puede significar la resquebrajada sonrisa de una infeliz sin rumbo. El rugido de la máquina, lejano de alcanzar la armonía del latido, es el nuevo idioma del individuo finito.

Si resistir es una opción, entonces no habrá descanso en el combate, no habrá fatiga que tolerar. Si la libertad es un ideal romántico, la cultura es el primer intento del propósito. Si la vida dista mucho de la existencia, la muerte, espantada por sus huéspedes, optaría por un feliz suicidio. Porque el ser humano jamás ha pretendido la inmortalidad para trascender, la ha pretendido porque hay muchos más en la fila que envidian la corona.

Bucaramanga, 19 de Noviembre de 2010

La anterior especulación surge de:
SÁBATO, Ernesto. La resistencia

En la casa de la Loca

Dentro de los parámetros de comportamiento social, es muy común escuchar que la única certeza que tiene el hombre durante su existencia es el paso al otro lado de la vida, donde su ausencia es la principal característica. Afrontar este nuevo paso en el camino se convierte en una difícil catarsis para sus allegados e incluso para el directamente implicado con su deceso. Tal vez por la inconformidad con la partida en no haber alcanzado a hacer todo aquello que alguna vez se propuso; tal vez porque el olvido será la medicina para dejarle atrás; tal vez porque nuestra condición natural resalta lo efímero de nuestra existencia. Rosa Montero maneja la figura de la muerte desde dos ángulos no tan opuestos, gracias a la mirada femenina que dota de sentido sus palabras.

En la novela, su perspectiva desde el oficio como escritora le permite ‘disparar palabras si cesar contra la muerte’ (Montero, 13), su rival directo para afrontar la realidad. Sin embargo, esta muerte es de dos tipos. La primera es identificada como aquella única que ha vagado por la tierra desde tiempos remotos, y la segunda es el aplacamiento de la voz interna, del motor que impulsa al escritor a plasmar su obra. Ambas son iguales de nocivas, pero la segunda significa renunciar a su condición mental, remunerando su condición material con la condena de convertirse en un hacedor. En este caso, la muerte florece desde el interior. Es el ánimo de control sobre aquello que le amenaza. La coincidencia con ‘El puñal en la garganta’ yace en la necesidad que tiene la protagonista para hacer daño al objeto de su pasión: Diego. Después que parten juntos, la convivencia se va haciendo tormentosa gracias a la disyunción que se presenta en sus intereses; la actitud posesiva de la mujer le lleva a envenenarle lentamente, y al mismo tiempo, el viraje que toman sus sentimientos refleja su menester de escape. Prácticamente opta por un suicidio lento intentando controlar la situación de peligro en la que se ve envuelta.

En ambos escritos la presencia de la figura masculina está determinada por el azar.

El prototipo está definido por el atractivo físico, en primera instancia; el fuero interno del personaje se va desarrollando con el transcurso de la historia: despojándose de las máscaras, descubriéndose en sus versiones. Curiosamente, la autora presenta en la novela tres posibles comportamientos del individuo y al mismo tiempo, las tres posibles reacciones y medidas que la mujer tomaría. En el cuento, las facetas de la figura masculina son dos, divididas en tres momentos de la historia, en los que van adquiriendo una tonalidad más oscura, rodeada del silencio, rodeada del misterio del silencio; cabe destacar que ambas facetas son seductoras para la protagonista a pesar del dolor o la pasión que representen. El carácter posesivo de la mujer sobre el hombre se manifiesta en la pasión con la que ella decide ligar su existencia a la del individuo. Es un padecimiento que perfora la memoria y que se degusta con el cuerpo.

Otro de los mapas que mentales que atormentan a las protagonistas es el de la configuración de un destino. En el cuento, el desasosiego comienza cuando logra identificarse con otra pareja que hace mucho tiempo quedó en el olvido de un recorte de periódico, y que le brinda las pistas suficientes para conocer de antemano el resultado final de su relación con Diego. En la novela, la narradora reconoce que las construcciones mentales de algunos autores parecieran predeterminadas, autosuficientes: ‘A veces tengo la sensación de que el autor es una especie de médium’ (Montero 10).

La oposición éxito/fracaso es presentada en una lógica netamente empírica, relacionada con la oposición bueno/malo. Partiendo del precepto ‘cuando una mujer desea algo lo consigue’ (Montero, 76), ambas protagonistas logran perfilar la materialización de sus intereses. La diferencia radica en la presentación que tienen los dos personajes. En la novela, ella no es una mujer hacedora, y para demostrarlo, compara su forma de ser con la de su hermana Martina; es la coherencia de su lógica interna la que le permite establecer una noción definida del fracaso. En el cuento, ella necesita de la experiencia sensorial para identificar el triunfo que tiene sobre su objeto de deseo. Esta oposición también es presentada dependiendo de sus ocupaciones, siendo más profunda la reflexión que hace la protagonista sobre su historia en la novela, dando especial relevancia al desempeño que tienen sus colegas. La mujer de Diego se presenta aislada de su entorno, únicamente teme de sus congéneres por la actitud que pueda tomar su hombre cuando descubra su temor más profundo: dejar de ser deseada. La mirada externa y subjetiva es aquella que emite juicios de valor sobre sus vidas. Irrelevante, por cierto.

La existencia en otras vidas es otro de los elementos que comparten ambas mujeres. En aquella que desempeña el oficio de escritora la necesidad de una trascendencia a través de la producción escrita está dotada de una complejidad tal, que la autora entra en el juego de vivir y morir cada vez que una vida se plasma entre las líneas: ‘toda una vida y tú te vives dentro de esas existencias’ (Montero, 8). La reminiscencia de una vida pasada es en la que se mueve la mujer de ‘El Puñal en la Garganta’; este hecho está directamente relacionado con la noción de destino, presentada anteriormente. Existe también un interrogante que vincula a las dos protagonistas, y es el del sentido que puedan llegar a tener sus acciones, las consecuencias son claras, pero la causalidad es cuestionada más allá de su mera presencia.

Ambas historias son contadas en una forma retrospectiva, lo que le permite a las narradoras hacer algunos arcos que aumenten el suspenso y la expectativa. Cabe resaltar que la expectativa en el cuento adquiere una fuerza mayor cuando se llega al desenlace, inconcluso. La novela tiene logra sostener su armazón gracias a la calidad del trabajo de la autora, y la narración de las tres versiones de su amorío con M. se convierten en un atractivo a posteriori, ya que pueden tomarse como situaciones de ejemplificación de la capacidad que tiene un escritor para alterar la realidad, el orden, el cauce natural de las cosas.

La caracterización del personaje femenino en la narración en primera persona le otorga cierto atractivo para el lector. Los procesos de intertextualidad están ceñidos al carácter misterioso que tiene la figura de la mujer en el momento histórico que atraviesan ambas historias, ya que comparten una referencia a la España franquista. Es preciso entonces acercarse a ambos textos con una mentalidad abierta que le permita descubrir su alto contenido ideológico, en especial, la fuerza de la denuncia en sus páginas. La vehemencia en sus palabras.

La anterior especulación surge de:
• MONTERO, Rosa. La loca de la casa. Madrid: Santillana, 2003.

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Saludos, visitante. En mi blog encontrarán cuentos,poemas, especulaciones, crónicas, artículos de opinión, mi trayectoria como Narrador Oral, videos y una que otra cosa digna de anticuario. Estaré atento a sus comentarios. Buen viento y buena Mar. Víctor Andrés Zaraza Méndez. vitomania04@hotmail.com